miércoles, 27 de agosto de 2008

Asociación de Antiguos Alumnos de Universidades Laborales

Este material lo envía Juan Manuel a través de e-mail cuyo texto es el que sigue:

Hola de nuevo, Juan Antonio:

Como creo que sabrás, en mis tiempos, el Ministerio de Trabajo de entonces tenía un departamento dedicado a buscar trabajo a ex alumnos de las Universidades Laborales, así como ofrecerles cursos de formación laboral y empresarial, situado en Madrid.

Aquí te mando un modelo de ofrecimiento de los cursos en el año 1974, y que no pude asistir por motivos de lejanía y que ya estaba trabajando en Cataluña.

También te mando algunas contestaciones de demandas laborales a las que yo ofertaba antes, o simplemente que el departamento tenía mi currículum, y me tenía habitualmente informado del mercado laboral al que yo podía optar. Es un hecho valiosísimo y que a mí personalmente me sirvió y ayudó a encontrar mi primer puesto de trabajo.

Un cordial saludo

Juan Manuel Pérez Agudo

Sant Fost de Campsentelles, 26 de Agosto de 2008

(pulsar en las imágenes para ampliar)













martes, 26 de agosto de 2008

Las hermanas dominicas

Durante los primeros años de mi estancia en la UNI, entre 1957 y 1960, de las Rvdas. Hnas. Domlnicas que nos atendían, alguna de ellas que por motivos de salud "veraneaban" pasando algunas semanas de los veranos en mi pueblo, Marmolejo (Jaén). Allí había y hay un Balneario de Aguas Minero-Medicinales, dedicado a dolencias de hígado, corazón, estómago, etc, etc, y sobre todo mucha tranqulidad y descanso que tambiíen curaba lo suyo. No es un balneario de baños, sino que éstas aguas se tenían que beber en cantidad y horarios prescritos por los facultativos correspondientes.

Las hermanas que habitualmente venían y que más recuerdo eran:

-Hermana Mercedes Ruiz, era la que se encargaba de la intendencia y nos entregaba cada principio de curso la ropa de talleres, gimnasia, zapatos, ropa de bonito (para salir a Córdoba los domingos), etc en fin todo el avituallamiento preciso, excepto tres mudas de ropa interior que teníamos que llevar de casa debidamente marcada.

-Hermana Imelda, encargada de la cocina.

-Hermana Asunción (ó Presentación), que por cierto era muy guapa, y que creo ayudaba a la Hna Mercedes Ruiz en tares de costurería, cosido y lavandería.

Pues bien, cuando nuestros padres se enteraron de su llegada al pueblo, fue para ellos de obligado cumplimiento visitarlas y atenderlas lo mejor que podían y sabían, de una forma voluntaria, aunque en su subconsciente pensaban que sus hijos podrían estar mejor atendidos y vigilados. Por las tardes íbamos a la casa de huéspedes donde se alojaban (se denominaban casas de aguistas) que eran casas particulares y cobraban por la estancia y manuntención durante los días que estuvieran y efectuábamos la correspon- diente visita de cortesía.

En aquella época sólo estábamos dos niños de Marmolejo, Juan Toribio Real y Juan M. Pérez Agudo,
y las monjas nos conocían como los Juanitos de Marmolejo.

Lo curioso y anecdótico era que el primer curso después de ellas visitar el baleario de Marmolejo, cuando íbamos a los almacenes de intendencia (en aquellos larguísimos sótanos) y hacíamos las oportunas colas por colegios (unos trescientos niños por colegio) a recoger la ropa e indumentaria asignada para todo el año, en la puerta del almacén, asomaba la Hermana Mercedes Ruíz, que sabía se trataba del Colegio San Rafael y estirándose lo que podía buscaba algo o alguien que no encontraba entre tanta chiquillería.

Al no ver lo que buscaba pedía silencio a todos los niños, y con su voz muy fina y aguda en tono un poco alto preguntaba: Juanito, Juanito, Juanito, Juanito, Juanito, varias veces hasta que aparecimos los dos Juanitos de Marmolejo.

Nosotros un poco apabullados, íbamos a su encuentro y nos hacía pasar los primeros a la entrega de la ropa. No teníamos ningún trato especial ni ventajoso, sólo que nos dedicaba algún tiempo más a la probatura de la ropa y así se ajustaban mejor nuestras tallas, pero casi seguro que en las vacaciones de Navidad nuestras madres la volvían a ajustar y repasar, pero un poco menos que a los demás.

Ese mismo día cuando salimos del almacén, para que entraran los demás por orden alfabético, nuestra soprpresa fue que todo el colegio en masa vitoreaba y gritaba simulando una finísima y aguda voz: Juanito, Juanito, Juanito, Juanito, Juanito, Juanito, Juanito, hasta que el cura o monja de turno ponía orden en la sala.

Claro el jolgorio era fenomenal , y ya cada principio de curso se repetía la escena sin que hiciera falta que asomase la Hermana Mercedes Ruíz, y nada más llegar a las puertas del almacén de intendencia todo el grueso del Colegio San Rafael anunciamaba el nombre inconfundible de los Juanitos de Marmolejo.

viernes, 8 de agosto de 2008

1960 en el colegio San Rafael

El Director P. Jesús Azagra tenía la costumbre de abrirnos los paquetes que nuestros padres nos enviaban por correo y que nos completaban nuestra dieta alimenticia por si acaso ellos creían que comíamos mal.

En mi caso los contenidos eran a base de leche condensada, embutidos de fabricación casera, y sobre todo magdalenas exquisitas que hacían en mi casa y que las degustaba con los compañeros de la habitación antes de irnos a dormir.

Además, mi padre, que tenía tiempo libre por su estado delicado de salud, sin encomendarse a nadie se presentaba en el colegio cuando tenía ocasión que era con bastante frecuencia y me visitaba a las horas de colegio, talleres, gimnasia, recreo,etc, sin pedir permiso a nadie con el consiguiente cabreo del P. Azagra que lo veía pulular por los colegios como Pedro por su casa y a causa de ello me abroncaba por la noche después de la cena, en el último acto del día que tenía lugar en la capilla del colegio, y delante de todos los compañeros del San Rafael.

Por estos detalles yo creía que el P. Jesús Azagra me tenía algo de manía, y en los espacios libres entre clase y clase (que no se podía hablar) entraba de sorpresa con un palo de madera redondeado en su punta final que él llamaba "La ley" y arreaba estacacitos en nuestras cabecitas al que cogiera hablando en ese momento, y a fé que yo debería ser muy charlatán porque casi siempre venía a mi pupitre y me cazaba.

Como los envíos de comestibles no eran bien vistos a veces eran requisados y las más quedaba uno sujeto a nueva bronca en público.

Ya comprenderéis que si en un colectivo tan amplio y diverso no nos acogíamos a las mínimas normas de disciplina, educación, urbanidad, compañerismo,y en fin todo lo referente a la convivencia en grupo que tan bien nos enseñaron en la Uni, aquello hubiese sido incontrolable.

Como ya he comentado, a la hora de irnos a dormir a los compañeros de habitación (éramos seis) les obsequiaba con alguna magdalena, como ellos hacían lo mismo con sus paquetes caseros.



Había un compañero, creo que de Puerto Sagunto (Valencia) llamado Antonio Tristán Tristán que era uno de los que más le gustaba las magadalenas.
Una noche se levantó cuando todos dormíamos y dirigiéndose al armario junto a mi cama se disponía a darse el atracón de magdalenas, lo cual no llevó acabo.

De esto me enteré porque a la mañana siguiente el amigo Tristán vino a pedirme disculpas sin yo saber a qué se refería, y es que resulta que yo dormía con los ojos medio abiertos y el hombre pensó que lo había visto intentar urgar en mi armario en busca de la magdalena perdida.