martes, 26 de agosto de 2008

Las hermanas dominicas

Durante los primeros años de mi estancia en la UNI, entre 1957 y 1960, de las Rvdas. Hnas. Domlnicas que nos atendían, alguna de ellas que por motivos de salud "veraneaban" pasando algunas semanas de los veranos en mi pueblo, Marmolejo (Jaén). Allí había y hay un Balneario de Aguas Minero-Medicinales, dedicado a dolencias de hígado, corazón, estómago, etc, etc, y sobre todo mucha tranqulidad y descanso que tambiíen curaba lo suyo. No es un balneario de baños, sino que éstas aguas se tenían que beber en cantidad y horarios prescritos por los facultativos correspondientes.

Las hermanas que habitualmente venían y que más recuerdo eran:

-Hermana Mercedes Ruiz, era la que se encargaba de la intendencia y nos entregaba cada principio de curso la ropa de talleres, gimnasia, zapatos, ropa de bonito (para salir a Córdoba los domingos), etc en fin todo el avituallamiento preciso, excepto tres mudas de ropa interior que teníamos que llevar de casa debidamente marcada.

-Hermana Imelda, encargada de la cocina.

-Hermana Asunción (ó Presentación), que por cierto era muy guapa, y que creo ayudaba a la Hna Mercedes Ruiz en tares de costurería, cosido y lavandería.

Pues bien, cuando nuestros padres se enteraron de su llegada al pueblo, fue para ellos de obligado cumplimiento visitarlas y atenderlas lo mejor que podían y sabían, de una forma voluntaria, aunque en su subconsciente pensaban que sus hijos podrían estar mejor atendidos y vigilados. Por las tardes íbamos a la casa de huéspedes donde se alojaban (se denominaban casas de aguistas) que eran casas particulares y cobraban por la estancia y manuntención durante los días que estuvieran y efectuábamos la correspon- diente visita de cortesía.

En aquella época sólo estábamos dos niños de Marmolejo, Juan Toribio Real y Juan M. Pérez Agudo,
y las monjas nos conocían como los Juanitos de Marmolejo.

Lo curioso y anecdótico era que el primer curso después de ellas visitar el baleario de Marmolejo, cuando íbamos a los almacenes de intendencia (en aquellos larguísimos sótanos) y hacíamos las oportunas colas por colegios (unos trescientos niños por colegio) a recoger la ropa e indumentaria asignada para todo el año, en la puerta del almacén, asomaba la Hermana Mercedes Ruíz, que sabía se trataba del Colegio San Rafael y estirándose lo que podía buscaba algo o alguien que no encontraba entre tanta chiquillería.

Al no ver lo que buscaba pedía silencio a todos los niños, y con su voz muy fina y aguda en tono un poco alto preguntaba: Juanito, Juanito, Juanito, Juanito, Juanito, varias veces hasta que aparecimos los dos Juanitos de Marmolejo.

Nosotros un poco apabullados, íbamos a su encuentro y nos hacía pasar los primeros a la entrega de la ropa. No teníamos ningún trato especial ni ventajoso, sólo que nos dedicaba algún tiempo más a la probatura de la ropa y así se ajustaban mejor nuestras tallas, pero casi seguro que en las vacaciones de Navidad nuestras madres la volvían a ajustar y repasar, pero un poco menos que a los demás.

Ese mismo día cuando salimos del almacén, para que entraran los demás por orden alfabético, nuestra soprpresa fue que todo el colegio en masa vitoreaba y gritaba simulando una finísima y aguda voz: Juanito, Juanito, Juanito, Juanito, Juanito, Juanito, Juanito, hasta que el cura o monja de turno ponía orden en la sala.

Claro el jolgorio era fenomenal , y ya cada principio de curso se repetía la escena sin que hiciera falta que asomase la Hermana Mercedes Ruíz, y nada más llegar a las puertas del almacén de intendencia todo el grueso del Colegio San Rafael anunciamaba el nombre inconfundible de los Juanitos de Marmolejo.

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